Salmos 82.3-4
“Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; libradlo de mano de los impíos.”
Los seguidores del Mesías somos llamados a proteger al débil y al necesitado, no podemos callar ante la injusticia, por común y aceptada que sea.
El aborto es definido como “la muerte del feto humano antes de nacer, provocada directa y deliberadamente en cualquiera de los momentos biológicos del proceso de gestación a partir del momento preciso de la concepción, sea vaciando expresamente la matriz, sea impidiendo la nidación natural del óvulo femenino fecundado por el espermatozoide masculino”.
El aborto es un asesinato, ya que toda nueva vida comienza al momento de la concepción. Biológicamente, si algo tiene metabolismo, crece, y se multiplica, está vivo.
El número de niños asesinados por aborto cada año empequeñece el Holocausto y otros horrores homicidas de la historia.
El aborto es despiadadamente violento. El método más utilizado para la realización de abortos es el de succión, y se realiza entre las primeras 5 y 13 semanas de embarazo. Este método utiliza una pequeña aspiradora (entre 15 y 20 veces más fuerte que las aspiradoras de uso de hogar) que succiona y despedaza al bebé.
Bíblicamente, el aborto es una violación al mandamiento de no matarás (Éxodo 20:13); es un asalto a la vida que está siendo formada por el mismo Dios en el vientre (Salmo 139:13; Job 31:15); es una desobediencia al mandato de rescatar y proteger al débil y al necesitado (Salmo 82:3-4); y es un afrenta a la autoridad de Dios, que como autor y dueño de la vida, es el único que tiene el derecho de quitarla (Job 1:21).