No hay nada más valioso que la palabra de una persona no esté lejos de sus acciones. Lo que le resta credibilidad a un individuo es la discrepancia entre lo que dice y lo que hace.
Las palabras pueden ser muy hermosas cuando salen de nuestros labios, pero si hacemos todo lo contrario a ellas, al final de todo valoran más las acciones.
Mateo 5.7
“Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.”
La palabra de Dios nos anima a que no seamos fluctuantes en nuestra manera de hablar y podamos sostener una palabra dada a otros respecto a un compromiso u otro asunto.
Cuando dos personas firman un contrato, no es más que el resultado de una conversación en la que se llego a un acuerdo, la palabra se debe respetar por lo que es, más allá de un documento legal.
Mateo 12.37
“Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.”
La credibilidad es un don hermoso que nos todos portan si lo tienes consérvalo, cuídalo y atesóralo alimentado el hecho de que tus palabra y hechos hablen el mismo lenguaje.