Yahshua no murió para ser admirado como mártir, no para que usted sintiera compasión por El, tampoco lo hizo para llegar a ser famoso, sino que su misión fue tomar mi lugar, y su lugar llevando todas nuestras debilidades al madero, cancelando la deuda que teníamos nosotros con Dios.
La palabra declara que hubo tinieblas desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Todo se oscureció, esas nubes eran legiones de demonios que recaían sobre el cuerpo de Yahshua.
El salmo 22:19-21
“Más tú Yahweh, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate a socorrerme. Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida. Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los búfalos”.
Yahshua en la soledad en ese madero dio un grito de agonía: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Usted se preguntará ¿por qué el Padre no le ayudó? Pero debe entender que Yahshua había renunciado a todo privilegio para poder otorgar plena redención a la humanidad.
- En la cruz Yahshua representa la raza humana, rebelde.
- El allí asumió mi pecado, tu pecado (pasado, presente, futuro).
- Por eso el Padre se alejó de Él.
Luego la gran pregunta: ¿Por qué quieres ser castigado aún?
A pesar de nuestra condición, Él nos sigue viendo como hijos. Dios tenía que tomar una decisión: destruía a la humanidad o la castigaba en la persona de Yahshua, así que eso lo hizo para que hoy nuestras faltas no tengan condenación eterna sino que podamos ser redimidos a través de su sacrificio.