Sanidad interior es tener la mente y las emociones sanas. Es el estado del alma en que se han superado los conflictos internos; no huyendo de ellos sino enfrentándolos y resolviéndolos.
Sanidad interior implica estar llenos de complejos, malos hábitos, vicios y temores.
Es lograr un estado de comunión con Dios, con uno mismo y con los que te rodean. Es poder sentir una paz inconmovible que brota de lo profundo de tu ser.
Hay diferentes hechos que pueden perturbar esa paz como por ejemplo experiencias traumáticas, aún aquellas sucedidas cuando estábamos en el vientre de nuestra madre, que quedaron guardadas en lo oscuro de nuestra alma y desde allí producen efectos, tales como: reacciones violentas y descontroladas; tendencias a hacer ciertas cosas que sabemos que no nos convienen o cosas que no podemos dominar.
Salmos 139:23 y 24
“Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mi camino de perversidad y guíame en el camino eterno”.
Es necesario acercarnos a nuestro Dios como padre que sana cualquier herida y dejar que su obra sanadora comience desde nuestro interior.