Arrepentimiento implica caminar en el sentido contrario, un cambio de tu manera de vivir, de pensar, de verte a ti mismo, de ver las circunstancias de la vida y de ver a los demás. Pasando por alto todos los tiempos, Dios nos manda a cada uno de nosotros que experimentemos un arrepentimiento genuino.
Juan 16:7
“Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si no me no me voy, el consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy os lo enviré. Y cuando el venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.
Una cosa es vernos en base a nuestra capacidad autocrítica o introspectiva y otra es vernos en base a su justicia y su resplandor.
Sin duda muchas cosas que para nosotros eran tonterías ahora nos hacen sentir mal. El pecado se ve como pecado y nos damos cuenta que hemos consentido y actuado en pecado.
Ver esto es señal que debemos morir ahora a esa antigua naturaleza y romper las cadenas de opresión, sacando las barreras y fortalezas que nos impiden ser lo que Dios ha hecho en nosotros, para alcanzar el nuevo nacimiento, el regalo más precioso de Dios para nosotros.
Efesios 4: 22-24
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
Despojémonos de todo peso de pecado. No nos podemos justificar ante Dios ni culpar a nadie de nuestros errores.
El arrepentimiento es un proceso de cambio el cual nuestra meta única debe ser vivir conforme a lo que le agrada a Dios.