Dice la palabra que nosotros somos la luz del mundo y que no se enciende una luz para ser cubierta sino para que alumbre a todos.
Son muchos los pasajes en la palabra que nos hablan acerca de este punto. Quien tiene un encuentro con Yahshua pasa de estar en tinieblas a estar ahora frente a su luz admirable y se convierte en portador de ella.
Es por eso que tenemos la responsabilidad de alumbrar a otros con esa hermosa luz de paz, amor y salvación. Aunque al principio sea difícil, con el transcurrir del tiempo, la comunión con El Eterno y la lectura de la palabra, nos ayudaran a afianzar esa luz en nuestras vidas cumpliendo lo que está escrito:
Con buenas obras (1Tim 6:18):
Aunque a nuestro alrededor el amor de muchos se halla enfriado nosotros no somos del mundo por lo tanto nuestras obras deben representarnos como dignos hijos de luz.
Conducta irreprochable (1Pe 2:12):
Al ejercer dominio propio sobre nuestras vidas, logramos tener una conducta distinta, que cause un impacto ante los que nos rodean y puedan creer en nuestro Padre y deseen ser transformados.
Integridad (Tito 2:7-14:
Ser integro implica no balancearnos entre lo que se piensa, se desea y se hace, la integridad en nosotros no puede ir en contra de lo que profesamos con nuestra boca.
Obediencia y fidelidad:
Ser obediente es símbolo de que somos fieles al que nos llamó, que creemos en su palabra y estamos dispuestos a dejarnos moldear.