Somos los hijos predilectos de Dios, somos sus grandes consentidos, Dios nos levanta cada que caemos, está en todo momento a nuestro lado, no nos desampara, ni en los momentos más oscuros, siempre, siempre nos guía y acompaña.
Reconociendo su poder, reconociendo su grandeza, sabiendo que a pesar de nuestra ingratitud, él siempre está dispuesto a perdonar, a guiar y a animar. Vamos a alabarlo, a darle gracias, a repetir una y otra vez que lo amamos, que es todo para nosotros y en él nos abandonamos.
Levanta tus manos y alaba al Señor, motiva a tu hermano, a tu amigo, a tu familia, al que está a tu lado, a alabar a Dios.
¡Te alabo o padre mío, te alabo mi Señor, tú eres mi refugio, tú eres mi fortaleza, te alabo y te reconozco como mi Salvador!
¡Alabanzas a ti mi Dios, alabanzas, alabanzas, hoy te proclamo y ruego que con tu Sangre Preciosa, me limpies y purifiques, me guíes y me acompañes!
Postrado ante ti, hoy quiero llenar tu trono de alabanza, quiero llenar tu altar con mi ofrenda hoy. Si mi Dios, te alabo, te alabo, te alabo. Amen. (Por medio de la alabanza a Dios, tu recibes grandes bendiciones, el pasa a tu lado, está dentro de ti)
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