Si hablamos de la composición literaria más hermosa de la Biblia, bien podemos referirnos al salmo 8, posiblemente sea fruto de la contemplación del rey David en una serena y estrellada noche, como quizás una de tantas que debió contemplar cuando de joven cuidaba a su rebaño, momento íntimo y especial, en el cual elevaba su alma adoraba y daba gracias a Dios.
Se trata de un comentario poético descrito en el primer capítulo del Génesis: Todo ha sido creado por Dios para el beneficio del ser humano, el cual ha sido hecho para que glorifique a Dios.
Al leer y rezar el salmo 8, estamos manifestando claramente nuestra admiración total, en vista de la gran preocupación de Dios, por nosotros quiénes somos muy pequeños. No podemos comparar la grandeza de nuestro Señor, con nuestro diminuto tamaño. Elevamos nuestro canto como himno reconociendo al Creador.
Hecho ocurrido el Domingo de Ramos cuando se disponía a hacer su entrada triunfal a Jerusalén, momento en el cual los fariseos solicitaron a Jesús mandara a callar a los niños que entonaban el “Hosanna” el hizo entonces referencia a una frase de este salmo:
Mt. 21,16, vemos como se contrapone la humildad de aquellos que como niños cantan sorprendidos con el poder de Dios y el orgullo de aquellos materialistas quienes quieren llevar su vida ignorando a Dios.