Cuántas familias tienen en sus hogares, las Sagradas Escrituras, “La Biblia”, pero la tienen como un adorno, pues es un libro más en la biblioteca o se le destina un lugar especial en la casa, pero leerla no es la consigna familiar.
Se olvidan que en algún lugar está ese libro tan importante, donde encontramos mensajes hermosos, por los cuales logramos nuestra conversión y aprendemos a amar a Dios.
Pero leer la Biblia, parece que no es muy agradable, o simplemente estamos muy ocupados, para destinar un momento del día para leer y reflexionar sobre lo leído. Y ni se diga en los niños, cómo pueden aprender, si nosotros como adultos no les hemos enseñado, o tememos darles tan valioso libro, para que ellos mismos lo lean, pensando que lo pueden dañar.
La Biblia, no es un adorno o una joya que merece ser guardada mágicamente sin poderla tocar. Allí encontramos la palabra de Dios, y es deber nuestro como cristianos leerla diariamente, pero no leer por leer, es saborear y degustar cada palabra que allí encontramos, aprender a discernir cada mensaje enviado.
Como tarea tenemos que poner en práctica la lectura bíblica, en compañía de la familia y que los niños conozcan la “herencia que Dios nos ha dejado a través de su palabra”