Qué mayor prueba de amor y entrega nos demuestra nuestro Dios, cuando ofrece su sangre para el perdón de nuestros pecados y nuestra conversión, su sangre la que le da vida a él, nos da vida eterna a nosotros, no la rechaces, acéptala en tu vida, que te cubre e ilumine por el sendero del bien.
En nuestra vida cotidiana, se ha podido evidenciar en muchas situaciones que ante la invocación de la Sangre de Cristo, no hay nada que pueda oponerse. Uno de tantos hechos y testimonios, sucedió a Manuel, un hombre quien iba a sacar su carro para trasladarse a su trabajo, cuando abrió la puerta del estacionamiento se encontró con dos ladrones quienes le apuntaron con un arma.
La esposa de Manuel pudo divisar desde la ventana lo que estaba sucediendo, entró en pánico pero su fe pudo tranquilizarla y desde donde se encontraba cerró los ojos, se encomendó a Dios y suplico que la Sangre de Cristo, frenara la intención de aquellos hombres y no le hicieran ningún daño a su esposo.
Es así, como de repente estos hombres se atemorizan y sin razón aparente, huyeron del lugar sin haber realizado su hazaña.
Este testimonio y muchos más, evidencian que la “Sangre de Cristo”, siempre nos protege.