Orar es hablar con Dios. Tu vida empieza a cambiar desde el primer momento en que decides sincerarte, a ser claro y transparente con Dios. Desde el momentos que lo reconoces, lo aceptas y decides seguirlo, como “tu Señor y tu Salvador”.
Para orar, no es necesario estar afligido, triste, decepcionado, podemos orar en todo momento, oraciones también de agradecimiento y alabanza, oraciones que nos fortalecen cada día en nuestra fe, orar con verdadera entrega y amor. No permitas que lo externo te perturbe, no dejes que nadie arruiné tu convicción.
El poder de la oración es único y especial. ¿Sabes cuantas personas han cambiado su vida por medio de la oración?, ¿sabes cuantos problemas se han resuelto, cuantas alegrías se han recibido?, son muchos los testimonios a través de todos los tiempos, donde se puede evidenciar que Dios, si escucha nuestra oración, que él siempre está atento al clamor de su pueblo.
Y es que orar, no se trata de buscar un capricho y querer exigirle a Dios lo que tú crees merecer, orar es pedir o agradecer, pero desde lo más profundo, poniendo en las manos del Todo poderoso, nuestro clamor, ya él sabrá si lo que solicitamos nos conviene o no, y su respuesta se ira evidenciando en cada situación de nuestras vidas.